El ocaso de Europa plasma la mirada de un observador situado a un océano de distancia del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la Caída y Ocupación de París, pero que vive como un drama íntimo el espectáculo de una Europa en ruinas, devastada por la vileza y el horror extremos, que cuestionaba la vigencia y validez del antiguo proyecto iluminista basado en la razón y en la fe en el progreso.Viernes 14 de junio de 1940: amanece; un retumbar ininterrumpido despierta de su sueño a la ciudad; son los miles de pisadas de botas en la calzada de los primeros soldados alemanes entrando en París. La esvástica queda enarbolada en la azotea del Arco del Triunfo pasadas las 10 de la mañana. Tras presentar sus respetos a la tumba del Soldado Desconocido, los generales de la Wehrmacht dan la orden de comenzar el desfile de las tropas. París ha caído. Una semana después, ocupada la ciudad, Adolf Hitler se retrata delante de la Torre Eiffel: Europa quedaba, tras la blitzkrieg, la «guerra relámpago», humillada y rendida a sus pies. El ocaso de Europa plasma la mirada de un observador situado a un océano de distancia